Una mañana en que estábamos el Dr. Gulay, la Dra. Carolinda y el Dr. Lulo recorriendo los pasillos, fuimos interceptados una señora que bastante angustiada nos pide que visitemos a su hijo que estaba muy grave.
Así conocimos a Eber, que estaba internado en cirugía con un problema en el estómago. Llegamos y estaba dormitando, envuelto en una gran frazada de River. Hablamos un poco con él, porque se lo notaba dolorido, pero jugamos a que los tres éramos hinchas fanáticos de River y estábamos entusiasmados por la próxima fecha. Le regalamos un escudito que justo el Dr. Gulay tenía en su morral y le dejamos saludos a su mamá.
Visitamos a Eber casi todas las semanas, y siempre el motivo de charla era el próximo partido de River o el que se había disputado el fin de semana anterior. Casi siempre iban Lulo y Carolinda y relataban sus experiencias en la tribuna, lo que les había pasado con tal o cual gol, o tal o cual jugada decisiva. Se emocionaban. A veces Eber era jugador suplente que estaba en el banco, a veces hincha que saltaba con nosotros en los tablones.
Un día, cuando estábamos llegando a su habitación, nos cruzamos con el cirujano que lo atendía y nos dijo: hoy visítenlo porque mañana tiene una gran operación y no sabemos qué puede pasar.
Con esa premisa, entramos a la sala. A los pocos días se iba a jugar un partido de River de la copa libertadores y entonces el Dr. Lulo y la Dra. Carolinda entraron con la estrategia de que él iba a ser la figura del partido y que tenía que entrar a la cancha a dar todo. Tenía que ponerle el pecho a la operación, que era su partido más importante, el que se venía, el que definía y que nosotros íbamos a estar alentándolo. Eber, flaco y débil, por un momento era Messi y Maradona juntos. Era fuerte, valiente, iba a poner todo en la cancha.
Y así fue, a la semana siguiente lo volvimos a ver y había superado el gran partido en el quirófano. Estaba débil, pero volvió a jugar con nosotros. Avanzábamos en el campeonato. Y otra vez, nos encontramos con la mamá, que nos abrazó agradecida y que nos contó que cuando el hijo de Eber le había traído un dibujo para pegar en la pared, él le había dicho "Pegalo acá, al lado del escudito que me dejaron los payasos".
Otro día lo vimos mover las piernas con el kinesiólogo y él solo, al vernos venir, dijo que estaba entrenando para el súper clásico. Supimos que tenía ganas de salir del banco de suplentes y de la tribuna y jugamos a practicar la patada de gol, por si lo convocaban para los penales.
Siempre que pasamos a visitarlo salimos de la cama y nos trasladamos al Monumental o al potrero del barrio o a las tribunas de una cancha. Este domingo, por ejemplo, se va a España a jugar el clásico con relato de Macaya. Por eso, el Dr. Lolo y la Dra. Carolinda le dejaron un avión y una la lista de cosas que nos tiene que traer a la vuelta. Siempre esperando reencontrarlo. Eber tiene muchas cosas por superar todavía para poder estar bien, seguiremos acompañando su recuperación.